lunes, 11 de agosto de 2014

En un cambio de época

El Padre Boll escribe sobre el Fundador de Schoenstatt, Padre José Kentenich, como pedagogo y fundador. No es de extrañar que ya al comienzo de su libro nos hable del contexto histórico en el que su personaje vive y actúa. Pero me doy cuenta que él va aún más allá: nos llama la atención de que el cambio de época, el final de un tiempo y el amanecer de otro en nuestros días es algo que tiene mucho que ver con los planes que la Divina Providencia tenía con el Fundador y tiene con su familia espiritual, el Movimiento de Schoenstatt. Schoenstatt y su misión no se entenderían sin tener conciencia del cambio de época que nos toca vivir.

En una de las primeras páginas de su libro el Padre Boll escribe: “La vida y la obra del Padre Kentenich se dan en un tiempo de cambios profundos. En todo el mundo se han difuminado tradiciones que existían desde hace siglos y milenios, los cambios sociales enfrentan al hombre ante inusitados desafíos. Este desarrollo va unido por una parte al nacimiento de nuevos valores como democracia, independencia y sobre todo la libertad, no solo para la persona como individuo sino también para toda la sociedad. Por otra parte, esto ha traído consigo para amplios círculos un desarraigo psíquico, miedo e inseguridad; el ambiente que garantizaba orientación y sustento ha desaparecido. La iglesia ha sido arrastrada en esta crisis universal, busca nuevos caminos para transmitir a las personas una posición segura en la fe y una renovada fuerza espiritual. Para muchos este cambio tan radical ha llegado violentamente, de forma súbita y sin preparación alguna, por lo que experimentan todo ello como un descalabro. Se tardará bastante en entender que tal “cambio de escena” no es una catástrofe sino una transformación del semblante de la iglesia en una nueva forma de conformar y transcender el mundo.

Yo mismo tengo a veces la tentación de quejarme por el descalabro que veo a mi alrededor, a veces me preocupa, otras me subleva y las menos me llevan a considerar aquella frase del Génesis (1,31) que dice: Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno”, y que esa mirada y ese pensamiento se refieren también al aquí y ahora, a nuestro tiempo.
        
Ya desde el momento de la fundación del Movimiento, el 18 de octubre de 1914, el Padre Kentenich lo tenía claro. Aquel día dijo a los primeros congregantes: “se acerca con pasos gigantescos un tiempo nuevo”. Más tarde, en el año 1939 escribía: “Todos nos damos cuenta de que estamos ante una catástrofe mundial y ante un cambio radical de los tiempos …”. Y en el 1942 aquello otro tan conocido de: “Muéstranse en el horizonte, reconocibles lenta pero claramente, las grandes líneas de la estructura de un nuevo orden mundial: el mundo antiguo está en llamas.”
Los estudiosos en Schoenstatt recordarán también los textos sobre este tema de la Carta de Nueva Helvecia de 1948 y de la Carta de Octubre de 1949. En los mismos el Padre Kentenich señala a nuestra Madre y Reina María como la vencedora en esta crisis. Ella, la colaboradora permanente del Salvador en toda la obra redentora, quiere redimir este nuevo tiempo y nos invita a seguirla, y a que crezca en nuestros corazones el anhelo de redención de todo nuestro tiempo. Este anhelo acompañó al Padre Kentenich hasta el final de sus días.

Consecuentemente el Padre Boll nos invita en estas primeras páginas del libro a mirar al cambio de época y a los tiempos actuales con la mirada de Dios y a valorar la persona del Fundador de Schoenstatt en su misión para construir la iglesia de las nuevas playas. Sin esta mirada no llegaremos a captar convenientemente la figura del Fundador.


El Padre Kentenich mismo nos recuerda una vez más en uno de sus escritos: “Así creció en nosotros una marcada conciencia de historia, es decir la convicción de una misión creadora de historia de Schoenstatt para la realización de una visión claramente definida del futuro, convicción que emana de una profunda y providencialista interpretación de la historia.” Para nuestra vida privada, comunitaria y social sabemos que la interpretación de las voces del tiempo es una de las fuentes fundamentales para conocer en todos los campos la voluntad de Dios.


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