lunes, 29 de septiembre de 2014

El paradigma de la libertad

El ideal del “hombre nuevo” que el Fundador de Schoenstatt tenía desde el principio en su corazón y en su horizonte pedagógico para él y para sus hijos espirituales no sólo acentúa en su núcleo principal la característica de la “reciedumbre” o “firmeza”, sino que se fija aún más en la “libertad”. Él deseaba que los suyos se educaran como personalidades libres. Libertad que se sabe creadora de vida porque es una libertad “de” y una libertad “para”, y libertad que nutre al alma de vínculos libremente elegidos y libremente asumidos.

La novedad de la intuición original en el pensar del Padre Kentenich que se resume en el “hombre nuevo” es precisamente la sensibilidad por la libertad. Es interesante constatar la simultaneidad histórica entre los ideales de Schoenstatt con lo que acontece en el mundo. En uno de sus escritos el Fundador se refiere ya en el año 1949 a la “secreta simpatía que une a Schoenstatt con el tiempo”. En la terminología científica moderna se habla de un nuevo paradigma, el paradigma de la libertad, algo universalmente reconocido, un modelo, que nos define como personas y como sociedad. Para José Kentenich será "libertad" la idea-guía (leitmotiv) de su pedagogía.

El cambio de la sensibilidad en las personas requiere por tanto un cambio radical en la educación de las mismas. Y precisamente la propuesta pedagógica del Padre Kentenich está orientada por esa nueva situación anímica de los educandos. Desde el principio se destaca en él una apertura a las voces de Dios en los nuevos tiempos. Su divisa será siempre: “vox temporis – vox Dei”. Ante el paradigma de la libertad, el desafío de educar en libertad y para la libertad. 
El Padre Boll escribe en su libro que “precisamente en el ámbito interno del catolicismo, con una vinculación muy estrecha a la tradición, se necesita tener una gran valentía y una gran fuerza resolutiva para actuar de esta forma”. En las conversaciones entre el autor del libro que comento y el Fundador pudo el primero captar el convencimiento que tenía el Padre Kentenich de que la Divina Providencia había querido que Schoenstatt con su propuesta pedagógica fuera la respuesta adecuada a las necesidades y sensibilidades de los nuevos tiempos.

Aunque en la primera meta de Schoenstatt se acentúe también el aspecto de la “comunidad nueva”, lo cierto es que la libertad constituye siempre de alguna manera su “sabor fundamental”. Libertad, que no se entiende en forma autónoma, intra-mundana e individualista, porque “el hombre sólo llega a ser libre en el amor y en la vinculación orgánicas”. El Padre Kentenich recuerda también que “la libertad se corrompe cuando se torna en subjetivismo y mero apetito de autonomía”. Él indicaba a menudo que la libertad sólo es posible, absolutamente hablando, en la vinculación.

Es interesante constatar finalmente que el Dios providente puso en el corazón del Padre Kentenich, ya desde niño, el anhelo por la libertad, queriendo con ello avanzar también en su persona el camino pedagógico de su fundación, el Movimiento de Schoenstatt.

  

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