lunes, 17 de noviembre de 2014

"Ego diligentes me diligo" - Amo a los que me aman

En las páginas anteriores del libro que comento, el Padre Boll nos recordaba la misión que la alianza de amor en Schoenstatt tiene para la Iglesia: anclados en el mundo sobrenatural vivimos y actuamos en el convencimiento que no estamos solos, que la Santísima Virgen, nuestra madre, es fiel a la alianza que ha sellado con nosotros y que nunca nos abandona.

Esta misión que está vinculada al Santuario de Schoenstatt en virtud  del acontecimiento fundacional se hace dependiente de la colaboración humana. Recordamos la charla que el Padre Kentenich dio a los primeros congregantes, la llamada “Acta de fundación”; en ella el Fundador pone en boca de María las siguientes palabras: “No se preocupen por la realización de su deseo. Ego diligentes me diligo. Amo a los que me aman. Pruébenme primero por hechos que me aman realmente y que toman en serio su propósito. Adquieran por medio del fiel y fidelísimo cumplimiento del deber y por una intensa vida de oración muchos méritos y pónganlos a mi disposición. Entonces con gusto me estableceré en medio de ustedes y distribuiré abundantes dones y gracias.”

Me llama la atención el hecho de que el Padre Boll se haya fijado en las dos frases: “Amo a los que me aman” y “Pruébenme primero por hechos que me aman realmente”. Es evidente que él desea aclarar lo que aparentemente puede ser una contradicción o no coincidir con nuestro convencimiento de que la Santísima Virgen ama a todos y no sólo a unos privilegiados o especialmente aplicados. En su labor de dirección espiritual el Padre Boll tuvo la ocasión de escuchar a muchas personas que tenían sus problemas con estas dos aseveraciones.

Viene ahora a nuestra mente la frase que encontramos a menudo en nuestros Santuarios: “Nada sin Ti, nada sin nosotros”. El “nada sin ti” expresa el convencimiento creyente de que todo lo que recibimos en la alianza de amor es un regalo y una gracia divina. Pero junto a esto está también el convencimiento de que Dios quiere vincular sus gracias a nuestra colaboración humana, “nada sin nosotros”. Todo el orden salvífico del Nuevo Testamento está marcado por esta relación. Pensemos, por ejemplo, en los sacramentos; en los mismos Dios nos regala abundantemente con su vida divina, pero exige la fe del creyente y su activa colaboración. Los sacramentos nos son pura “magia”.

En Schoenstatt vale lo mismo: Dios nos regala la cercanía y la ayuda de la Santísima Virgen en nuestra aspiración por una mayor vinculación a Dios, y espera nuestra disponibilidad para que nos esforcemos por ello con todas nuestras fuerzas. Esta actitud no es una exigencia sino un regalo entre personas que se aman. El Padre Boll dice que esta relación es “una tarea especial que vincula a los amantes, que juntos se esfuerzan por alcanzar una meta más alta y que se ayudan mutuamente para ello.”



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