lunes, 12 de enero de 2015

El Santuario de Schoenstatt y sus gracias

Peregrinar es junto al ayuno, la meditación y la oración una de las prácticas más antiguas y probadas de todas las religiones. Las peregrinaciones son propias también de nuestro entorno católico y forman parte importante de la pedagogía de lo religioso y sobrenatural. Dos características marcan a los lugares de peregrinación: la primera es la fe en la realidad de que el lugar en cuestión es un lugar sagrado y que en el mismo la Santísima Virgen – en el caso de los santuarios marianos – regala sus gracias especiales y peculiares a los que allí peregrinan y así lo piden. La segunda característica viene dada por la presencia en ese lugar santo de casas religiosas y comunidades que tienen su tarea apostólica en la atención y evangelización de los peregrinos.

El Padre Boll nos invita hoy a reflexionar sobre el Santuario de Schoenstatt y sus gracias de peregrinación, y lo hace recordando al Fundador y a lo que de él recibió en este contexto. Nos cuenta que en muchas ocasiones escuchó al Padre Kentenich decir que “sin el Santuario no podría nada”. Sabemos que el núcleo vital de todo el Movimiento de Schoenstatt está en el Santuario; éste es el lugar santo en donde se hace realidad la alianza de amor de María con sus hijos. El Padre Kentenich estaba convencido de que la existencia del Movimiento que él fundó estaba íntimamente ligada al Santuario.

Boll cita en este contexto una frase del Fundador del 13 de mayo de 1952: “Permítanme que repita que yo jamás hubiera tenido la valentía y hoy tampoco la tendría de acometer lo que implica nuestra gran tarea, si nuestro Santuario no hubiera llegado a tener para toda la Familia en su valor propio y en su contenido simbólico el lugar que a todas luces le ha asignado la Divina Providencia. El plan de Dios y el Santuario están esencialmente unidos.”

Ya al poco tiempo del acto de fundación en la primitiva Capilla de San Miguel en Schoenstatt, el Padre Kentenich observa desde su ventana en la casa que linda al Santuario las frecuentes visitas de los primeros congregantes a este lugar. En sus conversaciones durante la dirección espiritual con los seminaristas se da cuenta del crecimiento espiritual y religioso y del anhelo apostólico de los mismos. Otro tanto ocurrió después con muchos de los jóvenes universitarios que llegaron al Movimiento al concluir la primera guerra mundial. El Fundador ve con alegría con qué entusiasmo y seriedad la gente joven intenta mover a la Santísima Virgen para que convierta la capilla antigua del cementerio, la capilla de San Miguel, en un lugar santo de peregrinación, y constata también que simultáneamente la Madre de Dios así lo quiere y así lo refleja en el alma de los que se acercan con fe a este lugar. Con ello se confirma el anhelo inicial del acto de fundación, que aspiraba a que la Santísima Virgen tomara posesión del lugar por amor a los que allí acudían ofreciéndole sus sacrificios y sus esfuerzos por la santidad.

A partir de estas experiencias el Padre Kentenich hablará de las gracias de peregrinación del pequeño Santuario, concretándolas en tres: la gracia del cobijamiento, la gracia de la transformación interior y la gracia de la fecundidad apostólica.

Está claro que en este lugar de peregrinación no se van a dar preferentemente curaciones de enfermedades físicas, el regalo de Schoenstatt es otro. El carisma de este lugar de peregrinación apunta a las necesidades interiores de la persona, a las que la Santísima Virgen quiere dar una respuesta y ofrecer su solución. En un tiempo en que los vínculos personales que nos sostienen se destruyen fácilmente, se da ese anhelo de cobijo y hogar que es el motivo de la peregrinación de muchos de los que acuden a este Santuario. La mirada de la Santísima Virgen desde su imagen en este lugar hace que nos sintamos cobijados y podamos revitalizar nuestros vínculos con Ella y con las personas de la Santísima Trinidad. Es la “gracia del cobijamiento interior”: “¡Qué bien estamos aquí!”.

A partir de la experiencia que nos regala la primera gracia de peregrinación, se da la segunda: “la gracia de la transformación interior”. El Padre Boll aclara que la experiencia de sentirse acogido y amado, apoyado en una alianza de amor, cambia a la persona. Con el tiempo se dará la sanación del corazón y el proceso de transformación espiritual hará de ella un ser nuevo, una persona en plenitud.

Es evidente que con este regalo del cielo va unida también una tarea. Se trata de hacer llegar a otros la experiencia vivida en el lugar y posteriormente en la propia vida, y así poder ayudar a la Santísima Virgen en su tarea de conservar y renovar la fe de la personas. El Padre Kentenich llama a esta gracia de peregrinación "la gracia de la fecundidad apostólica”.

Deseo resumir diciendo que las tres gracias mencionadas son expresión y fruto de la alianza de amor con la Santísima Virgen, la fuente original de gracias de este lugar de peregrinación que ha surgido y se mantiene vivo sin aparición alguna por la gracia de Dios y por la fe de los que allí peregrinan.
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