martes, 3 de febrero de 2015

María en la actualidad de la Iglesia

Para concluir la primera parte de su libro, el Padre Boll hace una reflexión sobre las ideas y el sentir del Padre Kentenich sobre la posición de la Santísima Virgen en la Iglesia. Ambos, tanto el autor del libro como el protagonista del mismo vivieron intensamente la situación eclesial de Alemania en la continua búsqueda de la deseada unión con los hermanos protestantes.

A pesar de ello el Padre Kentenich está convencido, desde su experiencia pastoral, de que en un tiempo como el nuestro, tan plural y global, las capacidades de resistencia de la fe se debilitan si la misma no puede enraizarse vivencialmente en lo más profundo del alma. Por eso el amor a María es tan importante, porque nos regala un conocimiento vivo y vivificante de Cristo. Su postura y la reflexión dogmática sobre María, que él hará durante los años treinta del siglo pasado, eran entonces desacostumbradas y extrañas. Recordemos que para él la Santísima Virgen es la Madre de Dios y consecuentemente la “compañera y colaboradora permanente de Cristo en toda la obra redentora”.

Tuvo que venir el Concilio Vaticano II y mostrar a los creyentes la doctrina de la Iglesia sobre María y sobre la veneración a la Madre de Dios. Lo hizo de forma concisa y clara en el marco de la Constitución dogmática “Lumen Gentium”: “La Santísima Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, para Madre de Dios, por designio de la Divina Providencia, fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor y en forma singular la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras Él moría en la Cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, esperanza y la encendida caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia.” (LG 61)

A la pregunta de cómo él, el Padre Kentenich, había llegado a tal convencimiento, el Fundador de Schoenstatt respondió: “Lo he intuido y deducido de la conciencia creyente de la Iglesia”. El Padre Boll quedó admirado de la seguridad con que se expresó. Más tarde, al leer los documentos conciliares recordó esta conversación. Precisamente el Concilio destacaba los dos conceptos claves: compañera y colaboradora.

En la Iglesia tenemos la experiencia de que las verdades de fe que son “posesión” del pueblo de Dios pasan también por una fase dilatada de estudios y controversias por parte de la teología. El Padre Boll cree que en la actualidad nos encontramos en una fase similar respecto a la persona y a la misión de María en el orden de redención del Nuevo Testamento. Llegará el momento en que esta fase pasará y con ello se afianzará la “posesión” creyente de la Iglesia sobre la Madre de Dios.

Otro factor a tener en cuenta es que la “longitud de onda” del interés por los temas ha variado mucho en este tiempo tan acelerado que vivimos. Para muchos, por ejemplo, la actualidad del Concilio, el radio de influencia de una figura como el Papa Juan Pablo II, o la teología de la liberación han pasado en poco tiempo a un segundo término. Quien desee acelerar anhelos importantes para toda la Iglesia deberá hoy tener paciencia e insistir con perseverancia.

El Padre Kentenich estaba convencido de que el Espíritu Santo ha impulsado el interés eclesial por María a través de variadas formas y con muchas iniciativas. El Padre Kentenich se creyó llamado también a promover desde Schoenstatt una vinculación viva con la Santísima Virgen.

Recuérdese además que el desarrollo de la mariología venía marcado hasta hace poco por la aclaración de la posición de María respecto a Dios. Esta relación se ha afianzado y formulado ya en varios dogmas: en el núcleo de esta fe está la elección para ser la Madre virginal de Cristo. Por eso quedó libre del pecado original y fue asunta al cielo en cuerpo y alma. El interés se ha trasladado, y se concentra hoy, en la relación de María respecto a los hombres. La discusión en el Concilio sobre el título “Madre de la Iglesia” va en esta dirección. Esta perspectiva coincide con el pensar del Padre Kentenich.

El Movimiento de Schoenstatt y sus miembros  colaboran en este proceso con una vida marcada por la vinculación viva a María, queriendo mostrar con ello la autenticidad de una vida cristiana ejemplar.

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