lunes, 2 de marzo de 2015

Crecer en el amor a Dios - Intimidad con Cristo

Después de habernos mostrado un amplio resumen de la santidad a la que nos invita el Padre Kentenich, Fundador de Schoenstatt, en el libro “La santificación de la vida diaria”, el Padre Boll se fija en el primero de los tres pilares que conforman este camino del “santo de la vida diaria”: la vinculación a Dios. Y lo hace de forma muy escueta, invitándonos a que cada uno descubra a su manera la riqueza de lo que se nos propone.

El que aspira hoy a la santidad no se puede contentar con una vinculación normal a Dios, sino que la misma debe ser profunda y de un alto grado. En el fundamento de esta aspiración está el deseo de la persona de amar a Dios, no solo cumpliendo lo que Él manda, sino preguntándose siempre de nuevo por lo que Dios desea. En este contexto el Padre Kentenich recuerda al encuentro de Jesús con el joven rico. En primer lugar, Jesús, ante la pregunta del joven, le muestra lo que debe de hacer para entrar en el Reino de los cielos: cumplir los mandamientos. Ante la contestación del joven, de que todo eso ya lo cumplía, Jesús le indica el camino de la perfección, “vender lo que tiene y seguirle”. Dice el Evangelio que el joven se retiró de la escena con tristeza.

El Padre Kentenich nos muestra el camino: en primer lugar, cumplir con los mandamientos de Dios, y después seguir en libertad y por propia decisión los deseos de Dios. Estar abiertos a sus deseos y crecer en un amor cada vez más heroico y magnánimo al Dios que nos creó y que nos regala y solicita con su amor. Porque Él nos amó primero. “Mirad cuánto nos ama el Padre, que se nos llama hijos de Dios, y lo somos.” (1 Jn 3,1). Es un amor mutuo, de padre y de hijos, que quiere hacernos exclamar de corazón cada día: “Abba, Padre”. Fue Jesús de Nazaret quien nos mostró al Padre en esa nueva dimensión, y que también nos dijo “Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6), “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Ya antes de la primera edición alemana del libro citado arriba, el Padre Kentenich hablaba de la vinculación afectiva a Dios que debiera cultivar el santo de la vida diaria. Fue en un retiro a la comunidad de las Hermanas de María de Schoenstatt en marzo de 1933: “Podríamos preguntarnos si la vinculación afectiva a Dios no debería ser al mismo tiempo una vinculación a Cristo y, paralelamente, si la intimidad con Dios no debiera traducirse asimismo en una intimidad con Cristo. Esta intimidad con Cristo acompaña al santo de la vida diaria en todos sus senderos, en todos los planos de la vida espiritual. ……. Cristo está en el centro de sus pensamientos. El Dios hecho hombre es el gran pensamiento del santo de la vida diaria. ……. Si Cristo es el eje de nuestros pensamientos, tiene que ser también el centro de nuestro corazón. Que toda nuestra capacidad de amar esté ligada a Él. …… Y Cristo es finalmente el eje de nuestra vida. Vamos caminando juntos, tomados de la mano. Él es el punto central de nuestra vida. Incluso cuando contemplemos a María Santísima como reflejo de la vida de Cristo, lo haremos sabiendo que ella es, por último, personificación femenina del Señor”.

En estos pensamientos queda trazado el panorama de lo que es el amor a Cristo, la vinculación a Cristo y la intimidad con Cristo que debe cultivar el santo de la vida diaria. Una vinculación afectiva a Dios.

1 comentario:

  1. Muchas Gracias, querido Sr. Nuno. É uma bela reflexão para este tempo de Quaresma. Abrazos, José Roberto Nassif



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