lunes, 23 de marzo de 2015

Inscriptio cordis in cor

Uno de mis lectores ha escrito una observación en la última entrada que agradezco, y que me sugiere una reflexión al respecto. En la oración de la mañana los schoenstattianos rezamos entre otras estrofas, la siguiente: “Padre, hágase en cada instante lo que para nosotros tienes previsto. Guíanos según tus sabios planes, y se cumplirá nuestro único anhelo.” Al decir esto, el que lo reza, sabe que también está pidiendo la cruz, si está en los planes del Padre Dios.

El Padre Kentenich tuvo que cargar en su vida con muchas y pesadas cruces. En el libro del Padre Boll viene también algún comentario al respecto: a principios de los años cuarenta, cuando el poder nazi se fijó en el Padre Kentenich y en el movimiento por él fundado, para aniquilarlos por ser ‘enemigos’ del régimen, el Fundador se preparó y preparó a todos los suyos para cargar con la cruz que se les venía encima. En este tiempo tomó una expresión de San Agustín como estandarte de esa preparación y como actitud en el camino de santidad: “Inscriptio cordis in cor”, lo que significa que el corazón de una persona queda grabado en el corazón de la otra. Con ello se apunta a la especial disponibilidad para aceptar la cruz y el dolor, e incluso pedirlo – pero justo en la medida y en la forma que los planes de Dios tienen previsto para mi vida.

Claro está, que esta disponibilidad de 'Inscriptio' solamente es posible a partir de un profundo y cálido amor a Dios. Boll escribe que esta actitud presupone múltiples experiencias del cuidado amoroso de Dios por mí, y que lleva finalmente a la confianza ilimitada de que “Dios me ama y sólo quiere lo mejor para mí. Él me conoce mejor que yo mismo y sabe lo que necesito. Él no quiere hacerme mal con la cruz y el dolor, sino que desea que avance en mi camino hacia Él.”

Desde el punto de vista psicológico se trata de un proceso de transformación, que presenta la aversión natural de la persona en cuanto al dolor y su miedo al sufrimiento en una perspectiva distinta: soportado por la convicción profunda de una continua seguridad en las manos de Dios, sabe que el sufrimiento puede tener otro sentido más importante: no lo entiende como “castigo”, sino que lo considera una prueba para fortalecer o purificar su fe. El que así actúa, se verá liberado poco a poco de la preocupación y del miedo, pudiendo crecer en la verdadera libertad de los hijos de Dios. Entonces la “escuela del sufrimiento” se volverá una “escuela de amor”. Así se puede resumir el pensamiento del Padre Kentenich sobre el dolor y la cruz; y esto fue lo que llevó a la práctica en la conducción de las almas a él confiadas.

En el libro “La santificación de la vida diaria” encontramos dos pequeñas oraciones de dos santos llamados Ignacio, San Ignacio mártir y San Ignacio de Loyola. Ambos aspiraban ardientemente a convertir en realidad el intercambio de bienes e intereses entre ellos mismos y Cristo crucificado, aspiraban a una íntima ‘Inscriptio cordis in cor’. Ignacio mártir decía: “Comienzo a ser discípulo de Cristo ahora que me he desligado de las cosas visibles, para hallar a Cristo. Vengan sobre mí el fuego, la cruz, las fieras, el crujir de los huesos, el desgarrarse de los miembros, el triturarse mi cuerpo, y todos los tormentos de Satanás; pero sea yo partícipe de Cristo.”
Es verdad que no estamos – por ahora – frente al martirio, pero vivimos en el misterio de la cruz, y por ello nos unimos a Ignacio de Loyola en aquella bella oración que muchos de nosotros conocen y que el santo de Loyola presenta al final de sus Ejercicios Espirituales como expresión de esa actitud de ‘Inscriptio’“Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; vos me los disteis, a vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a vuestra voluntad, dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.”

En el libro antes citado podemos leer también (pág. 188): “Para el santo de la vida diaria, en su madurez espiritual, la cruz es fuego llameante de caridad. Un fuego que enciende un intenso amor divino y que se nutre sin cesar de la correspondencia de un amor humano. El sufrimiento regala amor ferviente, y recibe en cambio amor recíproco de corazón como regalo del amor eterno que quiere hacer del alma una imagen del Unigénito de Dios.”


4 comentarios:

  1. Ola,

    Interessante... este texto me fez lembrar justo do que falávamos ontem em uma reunião... para viver em Aliança necessitamos de desafios ( ou se preferir necessitamos sempre sair da comodidade como diz nosso Papa)...
    A escola de sofrimento se transforma em escola de amor quando vivemos em Aliança...
    Obrigada pela oportunidade de reflexão!

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  2. Hola,

    he visto estos párrafos en el Catecismo de la Iglesia Católica:

    1816 El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también
    profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos vivan preparados para confesar a
    Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las
    persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (LG 42; Cf. DH 14).

    2015 “El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin
    combate espiritual (Cf. 2 Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación
    que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas

    Parece que efectivamente nuestro camino para la salvación pasa por la cruz, por tanto parece lógico de alguna manera no sólo aceptarla sino también buscarla.

    habrá que seguir investigando


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    1. Gracias por tus aportes. Es verdad, como dice el catecismo, que no hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual. Lo que la actitud de 'inscripcio' quiere aportar en el camino de santidad no es tanto buscar la cruz - que también - sino la sintonía con Cristo Crucificado en su entrega total a la voluntad del Padre. La 'inscripcio' presupone una imagen de Dios positiva y es la forma más alta del amor. Es además la forma más perfecta de la alianza de amor, es un "estar uno en el otro, con el otro y para el otro".

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  3. Bueno, ya siento un poco de rubor, por tratar estos temas tan sagrados.

    Voy a retirarme a orar.

    Un fuerte abrazo!!


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