lunes, 20 de abril de 2015

Forma de vida del instrumento

En la semana pasada iniciamos la reflexión sobre la espiritualidad instrumental que, al ejemplo de su fundador, quiere ser asumida y vivida por los hijos de Schoenstatt. Al esforzarse por “tener los mismos sentimientos que Cristo”, el instrumento busca en todo momento “hacer la voluntad del que le ha enviado y llevar a cabo su obra”. El Padre envió a su Hijo y nos envía a nosotros para ser instrumentos en su Reino.

El Padre Boll nos explica en su libro que la citada espiritualidad es a la vez fuente de conocimiento y forma de vida de aquellos que caminan por este sendero de la santidad. Hoy deseo detenerme brevemente en las características del estilo de vida “instrumental”. Es evidente, que como dice el Padre Kentenich, “el instrumento, en su esencia, presupone a otra persona, a aquella que lo envía y utiliza”, y por ello se necesita una total conformidad entre el que envía y el enviado. Lo que quiere decir que la persona, partiendo de una plena confianza en la sabiduría y en el amor de Dios, intenta despojarse de todo lo que son sus propios deseos, sus propios planes y sus propias y rígidas ideas. Estamos ante la primera característica de esta forma de vida, el desasimiento propio y la vinculación integral del instrumento. El Padre envía, y el Hijo, que vive plenamente vinculado al Padre, actúa obedeciendo.

En esa total entrega y desde su libre decisión crece en la persona la disponibilidad para ocuparse con todas sus fuerzas y todas sus capacidades por el reino de Dios en la tierra. Cuando las personas viven así, se asemejan plenamente a Cristo. Cristo mismo sigue viviendo encarnado en cada uno, o lo que es lo mismo Cristo se hace presente en ellos. Es justamente este proceso vital al que el Padre Kentenich denomina “carácter de parusía o aparición” y que supone la tercera característica de la persona que vive la espiritualidad instrumental: hace presente y visible al Cristo encarnado. “Dios irá cobrando forma y figura cada vez con mayor intensidad en aquel que vive en el mundo de Dios y esté unido a Él en la medida en que ello es posible a una creatura dotada de la gracia divina.” (PK – Espiritualidad instrumental mariana).

Sabiendo que no es él el que hace grandes cosas, sino que es Dios mismo el que actúa a través de él, la persona instrumental puede vivir con plena seguridad, también en las dificultades de la vida por muy negras que están sean, creciendo cada vez más en una seguridad interior y serenidad en cada situación de la vida.

El Padre Kentenich, hablando de la historia de Schoenstatt, se refería siempre a la pequeñez de los instrumentos, a la magnitud de las dificultades y la importancia del éxito: “Nuestra debilidad e insignificancia no serán obstáculos para esto, siempre y cuando nosotros cultivemos cuidadosamente y actuemos con conciencia de instrumentos. Dios elige precisamente a los pequeños para confundir y avergonzar a los poderosos. De entre todos los israelitas, sólo el más pequeño, David, fue capaz de abatir al gigante Goliath. Cuanto más insignificante el instrumento, tanto más grande y evidente se hará el poder de aquél a quien ese instrumento pertenece y que lo está utilizando.” Así comprendemos la quinta y última característica de la forma de vida del instrumento, una amplia fecundidad. La actitud instrumental da a la persona que está al servicio de Dios una cierta participación en su fuerza creadora.

Las cinco características apuntadas requerirían una explicación más amplia, por lo que invito a los lectores a reflexionar y conversar sobre ello en sus círculos y grupos de espiritualidad, dado que el estilo de este BLOG no permite una reflexión más dilatada. El tema lo merece.


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