lunes, 4 de mayo de 2015

Una instrumentalidad mariana

Con la reflexión de este lunes concluye el capítulo que el Padre Boll dedica a la espiritualidad instrumental que el Fundador de Schoenstatt vivió y regaló a sus hijos espirituales. Se trata del carácter mariano de esta espiritualidad, y se podría decir que es lo específico de la misma. El Padre Kentenich aplica esta actitud cristiana vivida desde antiguo por el pueblo de Dios a la Santísima Virgen, y habla de María como el ejemplo, objeto y mediadora de la actitud instrumental.

Su ejemplo es claro. Ella puso a disposición de Dios toda su vida de una forma perfecta. Con su “Fiat” – “¡Que se haga en mí tu voluntad!” en la hora de la anunciación vemos claramente cómo Dios todopoderoso se hace dependiente de la libre decisión de sus criaturas. Esta actitud de María, su apertura y disponibilidad para la voluntad de Dios, está presente en toda su vida. En Belén, en Jerusalén, en Egipto, en Nazaret, durante la vida pública de su Hijo, al pie de la cruz sufriendo y recibiendo de su Hijo el encargo y tarea de su maternidad universal, y poco después, reunida con los Apóstoles en el Cenáculo, se nos muestra como el ejemplo luminoso del instrumento.

Para el Padre Kentenich María no es sólo ejemplo, sino objeto de esta instrumentalidad. Con ello nos está invitando a que nuestra actitud de instrumento no sea solamente ante Dios mismo, sino también ante la Madre de Dios. Está claro que la posición destacada de María en el plan de salvación nos facilita el andar por este camino. Ella es la excelsa y destacada ‘causa segunda’, a la que Dios ha regalado gracias y tareas especiales. La forma de pensar orgánica y global del Padre Kentenich ve una unidad indisoluble entre Dios y la Santísima Virgen, y por eso está seguro de que una fuerte focalización del creyente en la Madre de Dios lleva a una mayor cercanía con Dios. María es el “espejo de Dios”. Nuestra vinculación y nuestro amor a ella nos conducen a una profunda vinculación con Cristo y con la Santísima Trinidad.

María es también mediadora de la espiritualidad instrumental. Como madre y abogada nuestra nos acompaña en el camino, nos facilita la tarea de llegar a Dios. Nos ayuda en todo nuestro actuar y nos regala las gracias y dones que necesitamos para ello. El Padre Kentenich ha experimentado en toda su vida que la Santísima Virgen ayuda de forma especial en la entrega apostólica del instrumento. Es su invitación a todos nosotros. El fundador de Schoenstatt nos da testimonio de que en esta actitud tenemos una bendición especial para el tiempo actual. Seguros de la mano de María podemos salir al mundo que nos rodea y llevar la buena nueva de Cristo, tal como Ella hizo en toda su vida.

En estos tiempos tan difíciles para la pastoral y para el cuidado de las almas la Madre de Dios es una ayuda destacadísima: “Ella es según los planes de Dios la gran misionera. Ella obrará milagros. En realidad Ella ya ha obrado milagros abundantes. Allí adonde otros medios no ayudan, Ella actúa de una forma admirable”. (P. K.)



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